En esta sección el señor Luis
Emilio Casanueva quiso recordar a nuestro tan
querido Diego José Fontecilla acercándonos a los
ocho meses de su muerte (8/6/2003)…
Zapallar lo
quiere, lo quiso y siempre lo querrá Diego es
Zapallar y Zapallar es Diego
Todo empezó en Cachagua , en la década
del 40 la casa de piedra y la casa de las
Cujas la hacienda de Los Vicuña y el
Pueblo. Eso era todo lo que había.
Pero fue en Zapallar donde echó
raíces. Verano tras verano Diego y Calelo
eran los primeros en llegar y los últimos en
irse. La época de oro con las señoritas
luna con los bailables del Gran Hotel con
las golosinas de Evaristo con la visita de
los argentinos con las familias almorzando en
la playa y con las fotos del Zig
Zag.
El sol nos empapaba de alegría y
parecía que la vida era una eterna
carcajada.
Su inmenso talento para todo lo situó en
la pintura. No obstante todo lo que escribía
era gracioso, ingenioso siempre acertándole
al más minúsculo detalle. Nada se le pasaba a
Diego, todo lo percibía, era sentimental
hasta los huesos.
Entre nosotros fue el primero en
realizar que se podía vivir en Zapallar, y
aún más que era maravilloso vivir en
Zapallar. Así fue que dejó Santiago, que
nunca quiso, y se convirtió en zapallarino
permanente.
Sus cuadros adornan la mayoría de las
casas de Zapallar, Él conocía a todos, y
todos lo conocían a él. Crecido entre gente
humilde, fue siempre un fiel amigo del
pueblo, como ellos fueron de él.
Los años pasaron y Diego encontró en el
volar como los pájaros una vida nueva; allí
en la quietud del espacio y en el silencio
absoluto aprendió a gozar nuevamente y esto pasó
a ser su más grande afición.
Con una memoria increíble se acordaba de
anécdotas de épocas pasadas que brindaba con
sabrosa picardía. Sus álbumes de
fotos famosos por ser el reposito de
aventuras olvidadas. Su casa, reflejo de su
simpleza de alma y de vida.
Sin respeto a nada, de pronto, como una
ráfaga de viento, su rostro se paraliza y
aún más le anuncian que no saben bien cual
puede ser la causa de esta
afrenta. Sabiamente se refugia en el
santuario que él ya conoce y decide escribir sus
últimos versos sin interrupciones de hospitales,
médicos y enfermeras.
Diego: quedarás como testigo de una época
inolvidable, testigo de corazones que sufren sin
saber porqué, testigo de todo el amor que nos
brindaste y así todos diremos que Zapallar es
Diego y Diego es Zapallar.
Nos despedimos Diego, pero no te
olvidamos, Jamás te olvidaremos.
En las rocas, en el mar, en los cerros,
en el pueblo, y en todas partes podemos ver tu
rostro; aquel rostro que tanto conocemos y que
está grabado en lo más profundo de nuestro
ser.
Zapallar te vio nacer, Zapallar te
vio cercer, Zapallar te vio surgir, y
también ……Zapallar te vio morir.
Luis Emilio
Casanueva
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